Así es. Ha sido duro, muy duro. Tanto la carrera en sí como el entrenamiento para lograrlo. Pero después de más de 4 horas de esfuerzo, por fin podemos decir que hemos terminado un maratón.
Hemos decidido contároslo cada uno desde nuestro punto de vista. Es cierto que corrimos juntos los 42.195 metros, pero si algo hemos aprendido en esta carrera es que un maratón, sobre todo a partir del kilómetro 30, no se corre con el cuerpo; se corre con la mente. Y ahí dentro cada uno de nosotros estábamos muy solos y vivíamos nuestra carrera particular.
ÓSCAR
Por mi parte llegaba a la carrera con muchas dudas. Una semana antes, las múltiples molestias y lesiones que me habían acompañado durante toda la preparación parecían estar olvidadas. Seguían ahí, ya que aún tenía ligeras molestias en el tobillo, rodilla (pata de ganso en realidad) y pubis, pero eran molestias mínimas que había logrado mantener en “silencio” con masajes (gracias, Joseba) y estiramientos.
Pero todo cambió en la última semana, precisamente cuando los entrenamientos se vuelven más suaves. 5 días antes de la carrera, el tobillo comenzó a dolerme en un entreno como había varios meses que no me dolía. Y el día anterior, en un entreno de risa (6km a 6:30), me empezó a doler muchísimo el pubis, tanto que continué notando dolor durante el resto del día. El tobillo no me preocupaba: me podría hacer sufrir pero nunca pararme. Pero el pubis… tuve esas molestias hace años y con el paso del partido o de la carrera se puede llegar a hacer insoportable, y lo que es peor, puede llegar a impedirte correr.
La verdad es que llegué a la línea de salida con no demasiadas esperanzas de acabar, y pensando que sólo un mes después podría tener la revancha en el maratón de Donosti. Iba a darlo todo, pero sabía que la opción de no poder acabar estaba ahí.
La carrera en sí se dividió para mí en 3 partes:
Km. 0 a 21
La primera mitad del maratón tuve sensaciones malas. Bueno, en realidad las sensaciones eran buenas: íbamos a un ritmo relajado para acompañar a nuestro padre en su reto de acabar la media, las pulsaciones eran buenas… pero me molestaba y asustaba el pubis. Para colmo, a partir del km. 8 comencé a notar una molestia en el abductor. Una nueva lesión que apuntar a mi lista. Por cierto, en la misma pierna que el dolor de tobillo, pata de ganso y pubis. No hace falta ser médico para intuir que no es casualidad.
Se trataba de una molestia rara. El dolor continuo era pequeño, pero en determinados giros o subidas me daba un aviso de algo más, de que en cualquier momento me iba a sorprender y dejarme parado en el sitio. La verdad es que en esos kilómetros pensé que no iba a acabar, que intentaría llegar lo más lejos posible pero que tarde o temprano el pubis o el abductor me obligarían a pararme.
Decidí dejar pasar los km. a ver si salía el sol (figuradamente, recordad que era de noche y que además estaba lloviendo)… y funcionó.
Km. 21 a 38
Tras dejar a mi padre en el 16, donde le entró la pájara y prefirió continuar solo con su calvario (al final acabó, ¡ole sus huevos!), Gaizka y yo aceleramos levemente, pero sin llegar a las velocidades previstas antes de la carrera. Los 2 teníamos molestias y sabíamos que lo primero era acabar. El tiempo era lo segundo (acabó convirtiéndose en algo totalmente intranscendente).
A partir del 21 comenzó una carrera nueva para mí. Primero, porque al abandonar los que corrían sólo la media maratón, nos quedamos prácticamente solos (hubo un momento que pensamos que íbamos últimos, porque no veíamos a nadie por detrás). Y segundo porque el pubis y el abductor me dieron un respiro. Seguían ahí, pero parecían adormilados. Gané en confianza, y comencé a pensar que terminar era posible.
Hasta el kilómetro 30 mantuvimos un buen ritmo, al tiempo que seguían las buenas sensaciones: pocas molestias, bien de pulsaciones, y el pensamiento de que todo iba sobre ruedas. En esos 9 kilómetros adelantamos a bastante gente, y creo que recordar que únicamente nos adelantó un corredor.
Esto cambió aproximadamente en ese kilómetro 30. Gaizka comenzó a sentirse peor, y tuvimos que bajar el ritmo hasta límites insospechados. Nos olvidamos del reloj, dejamos de adelantar gente (salvo a los “muertos” que iban andando) y comenzamos a pensar que, fuera como fuera, teníamos que acabar sin andar ni un solo metro. El mensaje de «Con 2 cojones» de nuestra camiseta no estaba ahí por casualidad.
Por mi parte seguía muy fuerte, aunque comenzaron a amenazarme diferentes molestias. Cuando venía una, se iba la anterior, lo que me hizo concluir que la mente es muy selectiva, y se queda en cada momento con el dolor más fuerte, aunque seguro que en ese momento me dolía todo el cuerpo y ella me lo ocultaba. Primero fue el pie. No era el tobillo, era todo el pie lo que me dolía inmensamente cada vez que pisaba con mis 82 kg, sobre él. Un rato después fue la espalda. Cada paso que daba era como si me pegaran con un martillo en la parte alta, a la altura de la última vértebra. En cualquier caso sabía que eran lesiones dolorosas pero que no me impedirían acabar, así que mi moral seguía intacta y mi estado físico era bueno (para el tute que llevaba).
Km. 38 hasta el final
Pero todo cambió aproximadamente en el 38. Me encontré con el famoso muro, me entró una pájara de cuidado. No sé si fue físico o psicológico por ver tan cerca y a la vez tan lejos el final. El caso es que cada paso me costaba un mundo, cada 100 metros miraba al reloj a ver cuánto tiempo había pasado. El ritmo era ya de risa, y lo único bueno es que estaba tan absolutamente cansado que era incapaz de notar ninguna de las molestias que seguro que mi cuerpo estaba soportando pero mi cerebro no era capaz de procesar.
Trataba de consolarme a mí mismo pensando que 2 km. no son nada, o que en 10 minutos todo había acabado, pero la verdad es que parecí un muerto viviente hasta que Gaizka me “despertó” diciéndome que ya estábamos en el Guggenheim y que me quitara los cascos para poder oír los ánimos de un grupo bastante números y bullicioso que había justo antes de encarar la línea de meta. Unos segundos más y por fin… habíamos acabado nuestro primer maratón.
GAIZKA
Yo llegué a la carrera también con muchas dudas, pero a diferencia de mi hermano, las mias eran debidas a una preparación insuficiente, ya que no había hecho muchas tiradas largas y me daba mucho miedo lo que podría pasar más allá del km 30. También me preocupaba una pequeña lesión en los isquiotibiales que intenté alibiar colocandome el mismo sábado por la mañana en la feria del corredor unas tiras elásticas de esas que están tán de moda.
Km. 0 a 21
La carrera empezó bien, ibamos despacito, para conseguir que nuestro padre no se embalase y lograse acabar su reto particular. Me dolían un poco los isquios pero era soportable, y me encontraba muy bien de fuerzas. El único problema era que, como no podía ser de otra manera, la técnica nos falló y además de no oir los sms que nos enviabais, se me paraba la música todo el rato. En esta primera parte de la carrera nos cruzamos en varias ocasiones con nuestro amigo Luisao que estaba corriendo el medio maratón y con Raúl que andaba con la moto cortando el tráfico. Como ya ha dicho mi hermano, soltamos a nuestro padre en el km 16 aproximadamente y aceleramos un poquito hasta que vimos cómo el 90% de la gente torcía hacia la derecha hacia su meta después de pasar el Guggenheim y nosotros seguiamos recto para iniciar una nueva vuelta al circuito. Ahí era donde empezaba nuestro reto de verdad, nos enfrentabamos a otros 21 km y no quedaba otra que afrontarlos con dos cojones, así que nos chocamos la mano, paramos a echar una meadita y dijimos » a por ello!».
Km. 21 a 26
En este tramo fué cuando empezamos a darnos cuenta de lo solitaria que iba a ser la carrera, no veíamos a nadie corriendo a nuestro alrededor, y cada vez había menos gente animando, menos mal que por lo menos seguíamos bien de fuerzas (no gracias a la organización, que dejó un tramo de unos 7 km sin avituallamiento) y no teníamos ningún dolor excesivamente grave.
Km. 26 a 38
Aquí empezó mi calvario, aproximadamente en el km 26 me empezó a doler el abductor de la pierna derecha muchísmo, y cada paso que daba era un suplicio, no paraba de calcular los km que me quedaban para llegar a la meta y los metros pasaban muy despacio. En este punto de la carrera llegué a pensar que no iba a poder terminar. Pero iban pasando los km, al dolor de mi pierna derecha se quisó sumar otro igual de fuerte en la misma zona de mi pierna izquierda, pero no eran tán intensos como para hacerme parar así que empezaba a pensar que si no iban a más podría conseguirlo. Mientras todo esto pasaba, los km se iban sucediendo poco a poco y a mitad de camino hacia Elorrieta nos encontramos con los inesperados ánimos de Txarly y Bolo, que además corrió unos cuantos metros junto a nosotros animando ( el cabrón ya había estado cargando gasolina en el bar). El camino por la ria hasta Erandio se hizo interminable, no sabíamos donde teníamos que dar la vuelta exactamente y parecía que no llegabamos nunca a ese punto. En esta zona vimos mucha gente parada, pero nuestro reto no era únicamente acabar, teníamos que hacerlo sin recorrer un solo metro andando. Por fin dimos la vuelta en Erandio, ya estaba chupado, sólo teníamos que volver hasta Bilbao donde nos esperaba la gloria. De nuevo nos encontramos con Txarly y Bolo pasando frio en la entrada de un garaje y seguimos nuestro camino hacia Bilbao, cada vez más dolorido y cada vez más despacio, pero con paso firme hacia la meta.
Km. 38 a meta
En este tramo de la carrera me dolían hasta las pestañas pero las ganas de acabar la carrera y conseguir el reto que nos habíamos planteado tiraban de mis piernas, los metros pasaban muy despacio, no paraba de imaginarme entrando en la meta y poniendo fin a ese sufrimiento. Poco a poco (nunca mejor dicho) nos íbamos acercando a la meta y en el momento en el que vi el Guggenheim de nuevo recuperé las fuerzas, lo íbamos a conseguir, ya no quedaba nada. Un grupo de gente nos animaba en la recta antes de la meta y por fin, cuatro horas y pico de intenso sufrimiento después, llegamos victoriosos a la linea de meta entrando de la mano y profundamente satisfechos por haber conseguido superar este gran reto.
Las 4 horas 17 minutos y 18 segundos que invertí en correr el maratón me dieron para pensar muchas cosas que resumo a continuación:
-Filipides, eres un hijo p… por decidir correr esta distancia, pero tú moriste al llegar, te voy a superar!
-La próxima vez que alguien me diga no hay huevos, no los habrá. (eso una semana después no me lo creo ni yo)
-Hay que entrenar más tiradas largas para afrontar con garantías un maratón.
-Gaizka, tú puedes coño, con qué cara le vas a contar a la gente que te has retirado. Vamosssss.
¡SOY DE BILBAO!, ¿QUÉ RETO QUIERES QUE SUPERE?
AGRADECIMIENTOS
Queremos aprovechar el blog para dar nuestro agradecimiento a todos los que de una u otra manera nos habéis apoyado en este tiempo.
Los que acudisteis a la carrera: nuestros padres (siempre ahí), Paloma, Bolo (muchas gracias por correr esos metros junto a nosotros), Txarli, Raúl, Javi Díez…
Los que nos mandasteis ánimos con vuestros SMS: Uri, Uxue, Goros, Dani, Gontzal…
Los que nos habéis dado vuestros ánimos por Facebook o por el blog todo este tiempo: Mikel, Siro, Mata, Goi, Juanjín, Álvaro…
Joseba, el masajista que ha conseguido que un tío con la propensión a las lesiones de Óscar acabe un maratón, eso sí que es un milagro y no los de la bruja de Jaca.
Rubén Lahera, gracias a quien supe hace meses que acabaría un maratón este año, y sobre todo gracias a quien en unas semanas me pegaré un gran homenaje gratuito de comida y alcohol.
Y todos aquellos de los que nos olvidamos, para vosotros un agradecimiento más grande todavía, para que no os enfadéis.
A todos vosotros os dedicamos la victoria en esta primera batalla. Porque no olvidéis que esto no ha hecho más que empezar. Esperamos que haya más batallas, pero sobre todo recordad que el objetivo final está aún lejos en el tiempo y mucho más en el espacio:
New York, recuerda que no te tememos. Y ahora menos, porque sabemos que podemos batirte. Nos vemos en Noviembre de 2013.
¡CON 2 COJONES!
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